lunes, 18 de marzo de 2013

El final de una etapa, el comienzo de una trayectoria.

Aquí les dejo un pequeño texto que escribí a finales del curso pasado, curso que marcó un antes y un después en mi forma de ver la Medicina. Cada vez que lo leo, me hace recordar las ganas de superación y de aprendizaje de alguien que coge por primera vez un kit de suturas en sus manos. Espero que lo disfruten.

 

Ha llegado el final de este curso, Tercero de Medicina.
Este año la mayoría de mis antiguos compañeros y amigos han terminado sus respectivas carreras. Yo, sin embargo, siento que a pesar de los muchos años que aún me quedan por delante, este  ha sido uno de los años más importantes de mi vida.
Este ha sido el año en el que han cobrado sentido muchos misterios insignificantes y mágicos que, a pesar de que siempre han estado ahí, quizás no le habíamos prestado la atención que merecían: el color de los “moretones”,  el que te salgan las lágrimas por la nariz cuando lloras… Pequeñas dudas existenciales que por fin tienen respuesta para mí.  
Este ha sido el año de dar el callo como nunca antes, el año de las peleas pero también de las grandes reconciliaciones, el año de las derrotas y el año de los grandes logros. El año en el que por primera vez nos hemos vestido de blanco para enfrentarnos a la enfermedad, el año en que nuestras manos han cogido agujas, tijeras, hilo de sutura, incluso bisturíes… El año en que nuestros ojos han mirado por primera vez por un otoscopio, analizado ecografías, visto sangrar y detener hemorragias y nuestros oídos han escuchado el acompasado latir del corazón. El año en que hemos sentido ese cosquilleo en la nuca cuando un paciente te coge de la mano y te da las gracias por estar con él, haciendo un poco más llevadera su mañana.
No hay que subestimar nunca el poder de las primeras veces, ya que son éstas las que condicionan las siguientes. Es por ello que espero que, en el futuro que me aguarda, nunca pierda esta ilusión y la pasión que ha despertado este gran año en mí y que recorre mis venas cada vez que veo, escucho, toco y siento cada una de estas situaciones. Pequeñas cosas que han hecho de éste el año en el que ha comenzado todo y el que ha llenado de sentido mi esfuerzo y cada una de las lágrimas que he derramado por el camino.
Esto, por mucho que cueste, MERECE LA PENA, en todos y CON todos los sentidos.

 

lunes, 11 de marzo de 2013

Días como aquel...



Veintisiete de diciembre de dos mil once.


Levantarse muy temprano a veces tiene su recompensa, quizás aquello de que "al que madruga, Dios le ayuda" tenga parte de razón. 

Hoy, ha sido uno de los días más importantes de mi vida, por muy raro que parezca. 

Justamente porque hoy he sentido que, aunque sea una pequeña parte de la vida de alguien, ha dependido de mis manos.

Hoy, he sentido la adrenalina de cuando se secciona una yugular y la alegría de cuando se para la hemorragia.

Hoy, me he sentido importante en un momento, para una persona, mientras empuñaba el bisturí eléctrico, las tijeras o la grapadora...

Hoy, seguramente habré sido prescindible, pero me han dejado ser útil.

Hoy, no me ha importado pasar cinco horas de pie en un quirófano, porque ver el resultado positivo de algo a lo que has contribuído no se puede explicar con palabras ni pagar con dinero.

Por todo esto y todo lo que quedará para siempre en mi corazón y en mi retina, 

Gracias.


Esto lo escribí hace ya más de un año y aún recuerdo como si fuera ayer mi alegría y mis nervios, tantos que cuando no tenía la mente ocupada en el bisturí de coagulación, éste temblaba entre mis dedos... 

 

Laringectomía total con doble vaciamiento cervical, servicio de Otorrinolaringología del Hospital Insular de Las Palmas de Gran Canaria. Sin lugar a dudas, una de las experiencias más bonitas de mi vida.

jueves, 7 de marzo de 2013

Escaladora

"No nos relajamos.
No estamos quietos.
Sea cual sea el juego, nos gusta ganar y cuando ganamos, buscamos otro juego.

Nos exigimos... no importan los logros. Si eres escalador, siempre hay otra montaña.
En las fotos, los escaladores en las cimas de las montañas están sonrientes, pletóricos, triunfantes.
Nadie hace fotos del camino porque... ¿quién quiere recordarlo? Nos exigimos porque es necesario, no porque nos guste.
El implacable ascenso.
El dolor y la angustia mientras intentas superarte...
Nadie hace fotos de eso. Nadie quiere acordarse.
Sólo queremos recordar las vistas desde la cima, el incomparable momento en la cumbre del mundo.
Eso nos ayuda a seguir ascendiendo y el dolor merece la pena.

Eso es lo extraño...
...que merece la pena." 
                                            A.G.

Porque todos los que hemos elegido la Medicina como forma de vida sabemos que hay ocasiones en las que te planteas si has tomado la decisión correcta, si realmente sirves para esto. Tras muchas decepciones y muchas caídas, llega un momento en el que decidimos LUCHAR con todas nuestras fuerzas por algo que verdaderamente merece la pena. Solamente uno de nosotros podría entender cómo es posible que teniendo un día, una semana, un mes, tal vez un año horrible, al entrar en consulta o en quirófano todo se olvide. De repente, estás tú y el arte...
Una sensación no comparable a nada que hubiera sentido antes, una sensación que me indica que, a pesar de todo, ESTE es el camino, mi camino.
Por mucho que cueste, esta sensación lo paga TODO.

 

Hippocratic Oath


Estuve reflexionando sobre cómo empezar a escribir mis pequeñas experiencias en el gran mundo médico y creo que finalmente he dado con la respuesta. ¿Qué mejor manera de empezar que por los principios de todo médico? El Juramento Hipocrático. Ha habido muchas versiones a lo largo de la historia, esta particularmente, es mi preferida. Espero que la disfruten: 

"I swear to fulfill, to the best of my ability and judgment, this covenant:
I will respect the hard-won scientific gains of those physicians in whose steps I walk, and gladly share such knowledge as is mine with those who are to follow.
I will apply, for the benefit of the sick, all measures are required, avoiding those twin traps of overtreatment and therapeutic nihilism.
I will remember that there is art to medicine as well as science, and that warmth, sympathy, and understanding may outweigh the surgeon's knife or the chemist's drug.
I will not be ashamed to say "I know not," nor will I fail to call in my colleagues when the skills of another are needed for a patient's recovery.
I will respect the privacy of my patients, for their problems are not disclosed to me that the world may know. Most especially must I tread with care in matters of life and death. If it is given to me to save a life, all thanks. But it may also be within my power to take a life; this awesome responsibility must be faced with great humbleness and awareness of my own frailty. Above all, I must not play at God.
I will remember that I do not treat a fever chart, a cancerous growth, but a sick human being, whose illness may affect the person's family and economic stability. My responsibility includes these related problems, if I am to care adequately for the sick.
I will prevent disease whenever I can, for prevention is preferable to cure.
I will remember that I remain a member of society, with special obligations to all my fellow human beings, those sound of mind and body as well as the infirm.
If I do not violate this oath, may I enjoy life and art, respected while I live and remembered with affection thereafter. May I always act so as to preserve the finest traditions of my calling and may I long experience the joy of healing those who seek my help."