Cuando experimentas un giro de 360º en tu vida y todo se tambalea, comienzas a cambiar tu forma de ver las cosas. Cambian tus prioridades, tu comportamiento, tu forma de ser. Te conviertes en una persona completamente diferente. Pasas más horas al día de las que deberías pensando en todo lo que debiste hacer y, especialmente, en lo que no hiciste...
Ahora me doy cuenta de que nunca di las gracias lo suficiente a quienes más lo merecían, a quienes ya no podré darlas. Nunca fueron las suficientes.
Luego te sobrepones, recuerdas por quiénes luchas cada día, decides seguir adelante y no dejarte caer. Decides ser un fénix y resurgir de tus cenizas. Decides que tienes mucho, muchísimo, que aportar al mundo. Y decides levantarte, terminar lo que has empezado y lo que con tanto esfuerzo has ido consiguiendo después de muchos años.
Lejos de querer adoctrinar a nadie, me permitiré dar un consejo: disfruta de todos los momentos que la vida te concede con tus seres queridos y cuida de ellos, como ellos han hecho contigo. Sabemos que la muerte es parte de la vida, pero cuando llega siempre es muy duro hacerse a la idea. Ojalá esto sirva para alguien.
<<Recuerdo llegar... Recuerdo
llegar y darme cuenta de que ella no estaba, de que no había venido a
reencontrarme. Era muy extraño no verla allí, siempre le encantaba correr a
abrazarme y comerme a besos cuando me pasaba tiempo fuera y regresaba a casa.
No estaba... Me pasé todo el camino de vuelta interrogando a mi padre sobre qué
había pasado en mi ausencia. "Que estaba mala", me dijo. "Tan
mala como para no venir al aeropuerto...", pensé yo. Subí a casa, solté
mis cosas y caminé deprisa hasta su habitación. No podía creer lo que veía. No
me va a hacer falta escribir esta parte porque creo que nunca borraré esa
imagen de mi mente. Sólo sus ojos... Sus ojos verdes, incluso más verdes que
los míos, ahora se veían oscuros, tristes y amarillos... Y su cara, su cara
dibujó una sonrisa al verme, como siempre... Como si no pasara nada. Mamá....
¿Por qué no me llamaste? ¿Por qué no me dijiste nada? ¿Creíste que alguna vez
me iba a perdonar no estar contigo? Me asusté, me asusté tanto que en vez de
dejarte en casa y aprovechar los pocos momentos tranquilos que nos podían
quedar juntas, te llevé de vuelta al hospital, de vuelta al trajín de
analíticas, toma de tensiones, oxígeno y sondas... Al final todo, ¿para qué? No
consigo recordar nada alegre de esa semana... Sólo recuerdo una mala noticia
tras otra, incluso las que me dijeron sin ni siquiera palabras. Sólo recuerdo
tener que hacer de adulta, tener que mantener una sonrisa dentro y beberme las
lágrimas y los gritos al traspasar la puerta. Recuerdo la pastilla que me calmó
unas horas y volví al infierno, infierno que fingí que no existía sólo por
poder estar contigo, mirarte a la cara y decirte que todo iría bien, cogerte de
la mano y decirte que yo estaba allí, que teníamos que ser fuertes.
Recuerdo la última vez que la vi
andar, recuerdo darle un abrazo junto a la ventana y pensar que probablemente
sería el último... Y lo fue...
Recuerdo el día en el que su
sodio decidió desaparecer y perdió completamente la memoria, bueno, no
completamente porque sólo decía mi nombre y a mi padre le llamaba
"mamá".
Recuerdo las veces en las que por
la noche me subía al coche, recostaba el sillón y me dejaba ir, lloraba y miraba al cielo y pedía un
milagro que sabía que no iba a llegar a tiempo.
Recuerdo el día de la derivación,
recuerdo tener todas mis esperanzas puestas en un médico, aunque no fuese a
curarse pero al menos podía darle unos meses más... Recuerdo cuando a las horas
recibí la noticia de que estaba el intestino tan obstruido que no había manera
de llegar al conducto. Recuerdo quedarme paralizada, mirar a la doctora sin
poder responder. ¿Me estaba diciendo que ya estaba? ¿Que no había más que
hacer? Y recuerdo que no me dejó tiempo de reaccionar, ni de preguntar ni de
consolarme... Sólo me dijo que habría otras opciones por radiología
intervencionista. Opciones que nunca llegó a dar tiempo de intentar.
Recuerdo sus riñones fallando,
recuerdo su mirada hacia la enfermera cada vez que por la mañana le retiraba la
orina del recipiente de debajo de su cama. Era como si rogase que aquello
mejorara, aún sin decirme nada.
Ahora creo que eso era lo que
reinaba entre nosotras: "la ley del silencio" para protegerme a mí y
yo para protegerla a ella. Sólo nos decíamos dos palabras, sólo "te
quiero", y sólo eso hacía falta.
Recuerdo el día en que me dijeron
que no pasaría el fin de semana. Y sin embargo seguía siendo tan ella...
Recuerdo que durante esos tres días me llamaron varias veces, cada día, para
repetirme que estuviese preparada... La última vez me dijeron que era hora de
sedarla, que ya no respiraba bien, que se ahogaba... Y yo no me lo podía creer
porque hasta esa misma mañana me hablaba... Quería sentarse aunque ya no
podía... Pero quería curarse... Y ella no sabía que ya nunca podría... Tenía
esperanza, yo nunca tuve fuerzas para quitárselas, para verla apagarse por
dentro además de por fuera.
Recuerdo que durante esa semana
todas las canciones que ponían en la radio me hablaban de decir adiós, y aún
cuando hoy las escucho tengo que cambiar de emisora o salir de la habitación.
Recuerdo la última noche,
recuerdo no poder seguir viendo cómo mi madre ya no tenía conciencia de nada de
lo que la rodeaba, de cómo se estaba ahogando, de esa respiración final...
Recuerdo soñar que me ahogaba y moría y después recibir una llamada... Volver
corriendo al hospital y ver a mi padre en el pasillo... Recuerdo no poder
entrar en la habitación, no poder verla... Eso sí que era más de lo que esta
mente hubiese podido soportar. Nunca entré, nunca la vi sin vida. Y seguramente
nunca jamás en mi vida lo podré aceptar. Probablemente, para mí ella sigue viva
en algún lugar, dentro de mí, queriéndome...
Después de eso, todo fue muy
rápido. De repente, ya estaba en el tanatorio, con la mirada perdida saludando
a gente que no conocía. Quedando mal con otras si no estaba dispuesta a
entablar una conversación. Recuerdo el traslado a nuestro pueblo, pasar todo el
trayecto detrás del coche fúnebre y casi no poder mirarlo por no imaginarme
quién iba dentro. Recuerdo la llegada a la iglesia y que todo el pueblo
estuviera presente, su acompañamiento hasta el cementerio... Al principio esto
me molestó porque lo que menos quería era saludar a nadie, pero luego vi que
muchos de ellos estaban allí por mí, por querer acompañarme en mi dolor, y me
lo hicieron hasta el final, hasta el último adiós, hasta el último vistazo
hasta que el cemento nos separó para siempre. Mamá... No lo entiendo. ¿Por qué
ahora que podíamos hacer tantas cosas juntas? Me he quedado sola... Sin la
persona cuyo amor siempre será el único incondicional, sin la persona que era
feliz sólo con verme feliz. Sin la persona que más orgullosa podría estar nunca
de mí, aunque yo no hiciese nada extraordinario. Sin la única razón que yo
tenía para querer ser mejor persona, porque tú eras mi Ejemplo... Te aseguraste siempre de que no me
faltase nada, me dejaste en el último año de carrera, con los deberes hechos y
en el camino correcto. Me apoyaste siempre en mis peores momentos. Dormiste
conmigo cuando yo no me atrevía a dormir sola. Me criaste. Me diste la vida y
más, me lo diste todo, todo lo que tenías y lo que podías enseñar. Me hiciste
como una pequeña parte de ti, regaste la planta y aquí está el fruto. Ojalá
pudieras seguir estando conmigo, ojalá estuvieras orgullosa de quién y de cómo
soy. De la mujer en la que me he convertido sin tener alternativa. Ojalá yo
fuese más fuerte... Ojalá no te hubieras ido...
Te quiero.>>
Por ella; por ti y por mí.
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